Familias de Sabana Grande se preparan para sepultar hoy a sus tres familiares que fallecieron el sábado.

Sabana Grande. La amplia capilla de la Funeraria Avellanet lucía dos ataúdes blancos, bajo una luz tenue y en un ambiente solemne que acogía a las dos familias y allegados de las víctimas de un terrible accidente ocurrido el sábado en la intersección de la PR-102.

Los cuerpos de Flor Alba Lugo Lugo, de 85 años, y Rosa Torres Vargas, de 36 años, junto a su hijo Yaret González Torres, de dos años, yacían en ambos féretros. Un globo transparente flotaba sobre el ataúd en que fueron abrazados los cuerpos de Rosa con su bebé, con letras en rojo que decían: “Love is in the air”.

Mientras, el entra y sale de hijos y nietos de Miguel Alicea Almodóvar, el conductor de una guagua Toyota Camry que sobrevivió al accidente, revelaba el temor de tener que volver a repetir el mismo sentimiento dentro de poco tiempo. Se dijo que el hombre de 87 años, quien está recluido en el Centro Médico en Río Piedras, desconoce que su esposa, Flor Alba, su hija de crianza Rosa y su nieto de Yaret han muerto.

“Mi papá sigue en condición crítica. Yo estaba con él y me sacaron porque se puso grave. El corazón le falló”, compartió Miguel Ángel Alicea Lugo, el hijo mayor del octogenario veterano. “Estamos esperando la llamada de ellos (los médicos), a ver en qué quedamos”, agregó compungido en medio del dolor por el luto que guarda por su madre, su hermana y su sobrino.



No obstante, el hombre se armó de valor para aclarar que su padre no chocó contra dos árboles esa tarde del sábado porque estuviera borracho o discutiendo con nadie, como dijo haber escuchado en los medios de comunicación televisivos. “Están hablando en exceso sin saber”, expresó y señaló que “la razón (del accidente) fue por algo que le dio a él del corazón”.

Por otro lado, José Antonio Alicea Almodóvar, hermano de don Miguel, y también veterano de la guerra de Corea, descartó que este se hubiera visto afectado emocionalmente por el tema de la guerra de Corea del Norte que se discute en días recientes a nivel internacional como para haber sufrido un arresto cardiaco, como sugirieron algunos.

“Yo creo que no (le afectó el tema). Y a mí tampoco”, dijo recordando que en el 1952, cuando él llegaba de Corea, en el mismo barco se montó don Miguel para irse a esa guerra. “Lo que pasa es que uno se tiene que cuidar la presión y tomarse los medicamentos”, dijo.

Los hijos de Rosa saben que su madre murió. “Vieron a su hermanito, pero se muestran tranquilos. El papá, no puedo decirte que está tranquilo porque ahí están su esposa y su hijo… y eso es fuerte”, expresó Josmarie Rivera, sobrina de Rosa.

Los hermanos biológicos de la mujer no tenían palabras para describir lo que sentían. Prefirieron destacar sus virtudes cuando la tuvieron en vida. “Siempre yo venía de Nueva York para compartir con ella y estábamos juntos”, dijo José Torres, su hermano mayor, quien llegó a Puerto Rico para el velorio. “Ella era bien alegre, eso era un ángel”, agregó Ramón, su otro hermano residente en Guayanilla.

Explicaron que Rosa fue a vivir a pocos meses de edad con el matrimonio Alicea Lugo, porque su mamá murió y, como eran 11 hermanos, don Miguel y doña Alba la adoptaron.

Ambos féretros estaban cerrados. Pero una conocida de doña Alba, comentó que pudo lograr ver los cuerpos “cuando abrieron la caja para que el papá del nene pudiera verlos. El nene tenía un gabancito y la mamá estaba vestida de azul”, explicó Wanda Vega, quien se cantó clienta fiel de doña Alba cuando era cocinera de la cafetería El Negro Bello que ubicaba en el pueblo. “Yo iba a buscar su pollo asado todos los sábados y el sancocho de los lunes”, comentó en tono amistoso, lamentando la tragedia.

El entierro será hoy a las 3:00 p.m. en el Cementerio Municipal de Sabana Grande, luego de los servicios fúnebres en la capilla de la misma Funeraria Avellanet.