El Telescopio de Largo Alcance (VLT, por sus siglas en inglés) del observatorio de Cerro Paranal, en el desierto de Atacama, captó la imagen más precisa jamás obtenida de la brillante nebulosa planetaria IC 1295, a modo de fantasmal burbuja verde que rodea a una débil estrella moribunda, informó el Observatorio Austral Europeo (ESO) desde su sede en Garching, en el sur de Alemania.

Las estrellas del tamaño del Sol, e incluso con una masa hasta ocho veces superior, forman nebulosas planetarias cuando entran en la fase final de su existencia. Son, en esencia, estrellas moribundas, que acaban sus vidas como pequeñas y débiles estrellas enanas blancas.

Pero en su recta final sus atmósferas son lanzadas al espacio.

Durante unas decenas de miles de años se ven rodeadas por una espectacular y colorida nube brillante de gas ionizado, conocida como nebulosa planetaria, a pesar de no tener nada que ver con los planetas.

Esta nebulosa IC 1295 está situada a unos 3.300 años luz, en la constelación de Scutum (El Escudo), donde la sonda espacial Pioneer 11 tenía pensando dirigirse en 1973, antes de dejar de enviar señales en 1995 y comenzar a viajar a la deriva.

Y tiene la extraña característica de estar rodeada por múltiples capas, que a modo de membranas de una célula, hacen que parezca un microorganismo visto desde un microscopio.

Las burbujas están compuestas del gas que anteriormente formaba la atmósfera de la estrella, y fue expelido por reacciones de fusión inestables en el núcleo de la estrella que generaron súbitas expulsiones de energía, parecidas a enormes erupciones termonucleares.

El gas está bañado por una fuerte radiación ultravioleta procedente de la anciana estrella, lo que le otorga ese característico brillo. Los diferentes elementos químicos brillan en diferentes colores y la prominente sombra verdosa que destaca en IC 1295 proviene del oxígeno ionizado.

El intenso brillo en el centro de la imagen corresponde al remanente del núcleo de la estrella. Ésta se convertirá en una estrella enana blanca muy débil, y a lo largo de miles de millones de años, irá enfriándose lentamente. Este proceso lo sufrirá también, dentro de unos 4.000 años, nuestro Sol , que tiene 4.600 millones de años y una masa similar.